Las cotorras

Una dama de sociedad visita a su párroco un día y le comenta:
Esa señora mayor de misa diaria llega escandalizada a la sacristía y le cuenta su problema al párroco.

- Padre, estoy muy preocupada, resulta que tengo dos cotorras hembras que sólo dicen: "somos prostitutas ¿quieren divertirse?"
- ¿Y eso?
- No sé, las compré la semana pasada sin factura en una pajarería para no sentirme sola tras la muerte de mi difunto esposo, en gloria esté, y ahora no me dejan devolverlas y estoy desesperada.
- No se preocupe que creo tener la solución. Yo tengo aquí en la parroquia dos loros machos, a los cuales les he enseñado a rezar y a leer la Biblia. Ellos están muy educados y hablan sólo de Dios, y creo que si traes a tus cotorras y las juntamos con mis loros, ellas se salvarán y te las llevarás a tu casa educadas y refinadas. Mis loros podrán enseñarle a tus cotorras cómo rezar.

La señora ufana por las palabras del párroco vuelve a casa para entregarle las cotorras al ministro de la iglesia. El sacerdote la hace pasar y la lleva hasta la jaula donde se encuentran los dos loros que, en efecto, están rezando muy bajito. Impresionada, la señora le da las dos cotorras al cura, y éste las mete en la jaula de los loros. En cuanto las sueltan dentro de la jaula, las cotorras dicen:

- Hola, somos prostitutas, ¿quieren divertirse?

Se hace un silencio abismal. Finalmente, un loro mira a cada lado y le dice al otro:

- Manolo, quítate el hábito, nuestras plegarias al fin han sido escuchadas.

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