El burro

Un señor iba por la carretera con su moto y de repente se encontró un señor con un burro, y junto a ambos un cartel que decía: "Diez euros al que haga reír al burro sin tocarlo. 50 céntimos el intento"

Se acercó el hombre y nada. Mientras el hombre probaba, fueron acercándose otras personas y probaron suerte. En poco tiempo se congregó un buen número de personas que hicieron reír al burro y ninguno consiguió nada.

De repente llegó un señor de mediana edad, con una boina enroscada a su cabeza gorda, con pantalones de pana subidos por encima del ombligo, un chaleco de moaré por encima de su camisa de lino, y unas alpargatas bien atadas a las tobilleras de piel de borrego. El hombre, se acercó al grupo apartando gente con su vara, y cuando se acercó al dueño del burro preguntó:

- ¿Qué reza ahí?
- Por cincuenta céntimos te doy diez euros si hacer reír a mi burro. Sin tocarlo.

El recién llegado metió la mano en su zurrón, sacó los cincuentas céntimos y se los dio al dueño del burro. De seguido, dejó el zurrón y la vara al pie del cartel y se quitó la boina y se la colocó bajo la axila, se escupió en las manos y las frotó violentamente, se retocó el pelo y se volvió a ceñir la boina. Se agarró los machos y miró fijamente al burro con el ceño fruncido, se acercó a su oreja y algo le dijo.

De repente el burro empezó a revolcarse por el suelo muerto de risa. La risa se contagió a todo el personal y todos estaban riendo a carcajadas. Todos menos el señor y el dueño del burro. El dueño del burro tuvo que soltar los diez euros, pero con la intriga no pudo pasar la oportunidad de preguntarle qué diantres le había dicho a su animal:

- ¿Qué le has hecho a mi burro?
- ¡Le he dicho que tengo un rabo más grande que el suyo!
- ¡Te juego esos diez euros contra otros diez si ahora le haces llorar!
- ¡Sea! Pero déjame apartar a toda esta gente y poner esta manta. Te juro por lo más sagrado que no le voy a tocar.

El hombre sacó de su zurrón una manta zamorana raída, y la colocó a modo de biombo entre él y el burro y el resto del público. Desde el otro lado se veía el mismo ritual que como para hacerle reír, y tras decirle nuevamente algo al oído, el burro se echó para atrás y comenzó a gemir desconsolado. El dueño del burro tuvo que darle otros diez euros.

- ¿Pero qué le has dicho para que llore de esa manera?
- ¡Primero, se la he enseñado! ¡Y después le he dicho que se lo iba a meter!

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